Su padre se enriqueció con el negocio de los ferrocarriles y vivió rodeado de lujos. Tuvo lo mejor de lo mejor, pero se cansó de la vida de aristócrata y trató de apartarse de ella cuanto pudo con el instituto y la universidad. El viejo James Senior nunca pasó del instituto, y estaba decidido a que fuera lo bastante listo y culto como para dirigir su imperio cuando muriera. Por tanto, vivió más como un caballo de carreras que como un hijo; criado para triunfar, impelido a logros cada vez mayores. Al principio deseaba la atención de su padre, esperando que al cumplir sus sueños pudiera obtener más cariño de él, pero al final se dio cuenta de que no era más que otro peón en su tablero de ambición. Dejó de inmediato sus estudios de Matemáticas y Contabilidad y persiguió a su primer amor hasta la Literatura. Aunque el amor por Rebecca no duró, sí lo hizo la pasión por los libros, y deseó convertirse en investigador o profesor.

Ahí fue cuando su padre comenzó a jugar duro. Ya era la oveja negra de la familia, y entonces le cortó la financiación, usando el dinero como reclamo para traerlo de vuelta. Por mucho que le duela admitirlo, estaba atrapado por su estilo de vida y no tenía idea de cómo ganar dinero por su cuenta. Volvió al redil, al plan de papá para ” redimirle”. Primero aprendería disciplina y obtendría distinción sirviendo como oficial en la Gran Guerra. Después… No necesitaba oir más. La discusión fue épica, y en un arranque de rabia le dijó que serviría según sus condiciones, no las de su padre, y que se alistaría en la Infantería para demostrarle quien era.

En la guerra comió mierda de la buena, la suficiente cómo para quitarle la pendejada y el orgullo de encima, una vez que volvió a casa, se dedicó a vivir la vida cómo estaba acostumbrado, trabajando en los negocios de papá tan poco cómo sea posible y esperando que el viejo muera para darle todo el poder a los administradores y disfrutar del dinero.